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martes, 8 de enero de 2013

POBLAMIENTO ARGENTINO



ORIGEN DEL NOMBRE “ARGENTINA”
 “La palabra argentina proviene del latín argentum ('Plata'). Ya desde las épocas de Pedro de Mendoza para referirse a la región del Río de la Plata, se utilizaron los nombres de Gobernación del Río de la Plata y Provincias del Río de la Plata. En 1776 el nombre del territorio se oficializó como Virreinato del Río de la Plata.

El río que da su nombre al virreinato, es el que en 1516 Juan Díaz de Solís denominó Mar Dulce, llamado también río de Santa María y río de Solís. Los portugueses lo denominaban Rio da Plata a causa de los rumores que postulaban la existencia de metales preciosos, y que finalmente se impuso como Río de la Plata.

La latinización del nombre apareció en un atlas veneciano de 1536, y luego Martín del Barco Centenera, miembro de la expedición de Juan Ortiz de Zárate, (imitando a Ercilla con su poesía “La Araucana” refiriéndose a los territorios al oeste de los Andes), publicó en 1602 un largo poema de la historia del río de la Plata y de los reinos del Perú, Tucumán y del Estado del Brasil, bajo el título La Argentina, en el que se denomina al territorio del río de la Plata como El Argentino.
El nombre de Argentina sin embargo, no se utilizó en los comienzos del Estado, figurando en cambio Provincias del Río de la Plata para la Primera Junta; Provincias Unidas del Río de la Plata en 1811 y en la Asamblea de 1813; y Provincias Unidas de Sudamérica para el Congreso de 1816.

El Congreso de 1824 la denominó Provincias Unidas del Río de la Plata en Sudamérica, Nación Argentina, República Argentina y Argentina, en la constitución sancionada el 24 de diciembre de 1826 la Constitución de la República Argentina; aunque por su carácter unitario la Constitución de 1826 nunca entró en vigor, sentó el precedente del término, que aparecería en todos los bocetos subsiguientes.

Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se emplearon entre otros los nombres de Confederación Argentina, Estados Unidos de la República Argentina, República de la Confederación Argentina y Federación Argentina.

La Constitución de 1853 se sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero la Convención Nacional de Santa Fe modificó el texto constitucional promulgándolo el 1º de Octubre de 1860, donde se cambió el término Confederación por Nación, y Provincias Confederadas por Provincias; se agregó además un nuevo artículo, el número 35, que dice: "Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber, Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintos para la designación del gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras Nación Argentina en la formación y sanción de las Leyes".

El 8 de octubre de 1860 en la ciudad de Paraná, el presidente Derqui decretó que "siendo conveniente a este respecto establecer la uniformidad en los actos administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos actos se use la denominación República Argentina".

Desde 1860 el General Mitre utilizó el nombre de Presidente de la República Argentina, quedando fijado desde entonces definitivamente el nombre con el que se reconocería mundialmente a este país.”



ETAPAS DE POBLAMIENTO EN EL TERRITORIO ARGENTINO


PRIMITIVOS GRUPOS ÉTNICOS 
    Cuando los navegantes y conquistadores europeos llegaron a las costas americanas llamaron a sus habitantes “indios”, porque estaban convencidos de haber llegado a la Indias, en las costas asiáticas. Los indios o aborígenes americanos llegaron desde Asia hasta el continente en diversas épocas, atravesaron el estrecho de Bering ( cuando los hielos construyeron puentes –glaciaciones- y pasaron de Siberia a Alaska. En el transcurso de unos 18 mil años llegaron hasta el sur del continente. Durante esa lenta expansión, que a lo largo de seiscientas generaciones les llevó hasta la actual Tierra del Fuego, sufrieron considerables cambios. A éstos se sumaron los aportes de los nuevos elementos llegados por mar a la costa del Pacífico. 

    Estos primitivos habitantes tenían características mongoloides, propias de un tipo especial de población que fue común a Asia y Europa, de la que quedan aún substratos en zonas marginales del Viejo Mundo, así como entre los aborígenes australianos y del Japón. Así, el probable homo tipo indoamericano fuese de piel cobriza, más que amarilla, y quizás fuera producto de un cruce entre amurios (o habitantes de la región asiática del río Amur) y mongoloides. 
    Resultado de sucesivos cruces y aportes inmigratorios fueron las tribus que habitaban el suelo argentino, a la llegada de los españoles, en los primeros años del siglo XVI. Estas tribus y grupos indígenas, que en su mayoría aún se hallaban en estado nómada, no lograron alcanzar el gran desarrollo y la civilización que sí habían alcanzado los mayas, aztecas e incas, en otras zonas del continente.
  • Los aborígenes que poblaron el actual territorio argentino se pueden dividir en cuatro grandes grupos, por su situación geográfica y por sus características: los pueblos de las llanuras, los pueblos andinos, los del litoral y los de los montes.

PUEBLOS DE LA LLANURA
   Los fueguinos habitaban las islas y Tierra del Fuego y eran pueblos canoeros, cuyas familias principales eran los yámanas y alakalufes. Los alakalufes estaban relacionados con los chonos chilenos. Estos pueblos se habían adaptado a las posibilidades del medio. Eran pescadores y cazadores de ballenas, focas y pingüinos. Construían botes con cortezas de árboles cosidas con tiras de barbas de ballena y fibras vegetales, y provistos de un ligero armazón de madera. Desde las playas del golfo de San Julián divisó Magallanes unos indios de gran altura, cubiertos con pieles y con el rostro pintado, y los llamó patagones. Se cree que los llamó así por el tamaño de sus pies, muy agrandados por estar envueltos con pieles. Sin embargo, en las pinturas de la época no se les dibujaba con los pies grandes.
Entre los situados en el sur, chónki, las familias principales eran los tehuelches, teuesch y onas, mientras que los del norte, eran los puelche-guénaken. Los del sur no eran gigantes, como decían los españoles, pero sí eran más altos que sus vecinos; su economía se basaba en la caza, a pie, del guanaco y el avestruz, con arco y flecha, boleadoras o lazo, y en la recolección de productos silvestres tales como semillas, frutas y raíces. Eran nómadas y en todas las excursiones que realizaban llevaban la casa a cuestas. Empezaron a usar el caballo alrededor de 1750. Los del norte se cobijaban bajo el toldo pampeano, hecho de cueros de guanaco cosidos y sostenidos por varios palos. Al principio, los del sur usaban un simple paraviento, pero luego adoptaron el toldo de sus vecinos, fácil de armar en cualquier lugar
    Los onas eran racial, lingüística y culturalmente parte de los chónik o patagones. La isla Grande y las islas menores de Tierra del Fuego, estuvieron pobladas por aborígenes a los que se les llamó fueguinos. En la isla Grande, los onas integraban dos grupos de costumbres y dialectos distintos: los seIknam y los haush o mánchek.
    Estos últimos tenía su hábitat en el extremo sudoriental, en la bahía Tehtys y Fathey, y se extinguieron completamente; los últimos seiknam fueron los de las secciones del norte y del sur. Los onas sumaban, aproximadamente, diez mil individuos hacia 1860; a comienzos del siglo eran mil y en 1925 su número se reducía a 285. Existe en la actualidad una pequeña reducción cerca del lago Fagnano donde sobreviven las últimas familias de este tipo racial. Los onas eran de talla alta, mientras que los haus eran algo menores, tenían la piel cobriza, los ojos pequeños y oblicuos, el pelo abundante y negro. Tanto los hombres como las mujeres se pintaban según las circunstancias: para la guerra, de rojo; para cazar, de colorado oscuro o amarillo, si buscaban novia se pintaban puntitos blancos, que eran sustituidos por puntos negros, después de haberse casado. Su vivienda era un simple cuero levantado a manera de mampara, en semicírculos, o una choza cónica de palos.
    Se cubrían con piel de guanaco o de otros animales, con el pelo hacia fuera; las mujeres y los niños se cubrían con un simple taparrabo triangular de cuero y calzaban una especie de sandalia, también de cuero, sobre todo en el invierno. Sus armas eran la honda y el arco y flechas, las cuales llevaban en carcaj. También usaron piedras, boleadoras y para la pesca utilizaban lanzas y arpones.
    Poseían un idioma pobre, pues el número de palabras que empleaban era muy reducido, tanto en las formas dialectales de los selknam, como en las de los haus. Su alimento principal eran los guanacos, tucu-tucus y lobos marinos. Recolectaban mariscos, raíces alimenticias y hongos, y de la semilla de una crucífera, el tai, obtenían una harina con la que hacían una pasta que era parte de su nutrición.

Los pampas y querandíes 
    Los pampas primitivos existieron mucho tiempo antes de la llegada de los españoles, dispersos en la región pampeana, el hábitat sirvió para su denominación. A principios del siglo XVIII, comenzó su extinción, cuando fueron reemplazados por conglomerados de araucanos procedentes de Chile, a los que también se les llamó pampas. La suplantación fue gradual y más o menos lenta, hasta la extinción. Hacia finales del siglo XVIII el cambio era un hecho consumado y en la pampa no quedaban más que araucanos. Los blancos que visitaron sus tierras, aproximadamente desde 1668, encontraron cada vez más indios extraños a la zona, a los que se les calificó de aucas o indios alzados. Gracias al testimonio de jesuitas que estuvieron en la zona, como el padre Faulkner, se obtuvo un conocimiento relativo de los antiguos pampas, aunque a mediados del siglo XVIII estaba en pleno desarrollo el proceso de suplantación de los moradores primitivos por los llegados del otro lado de la cordillera.
    Lehmann-Nitsche fue el primero que advirtió la presencia en la pampa de una lengua que no era araucana, ni tampoco la de otras tribus vecinas y la llamó het, pero seguramente era la lengua de los antiguos pampas. Los indios querandíes, a quienes conocieron los primeros descubridores y colonizadores, habitaban en la zona que tenía por centro el territorio de la actual ciudad de Buenos Aires, llegando por el norte al río Carcarañá, por el este al mar y al Río de Plata, por el sur hasta más allá del Salado bonaerense, y por el oeste hacia el pie de la Sierra Grande, en Córdoba. Por consiguiente, los querandíes formaban el sector oriental de los pampas primitivos. Fueron subdivididos en dos grandes grupos: los taluhet que ocupaban la pampa húmeda; y los diuihet en la parte occidental y meridional, que habitaban la pampa seca.

Modo de vida
    Los pampas eran de talla alta, cabeza alargada, y presentaban cierta semejanza con los patagones, aunque eran de estatura algo menor. El esqueleto hallado en Fontezuelas se cree que sería anterior aun a los pampas históricos; lo mismo se ha dicho de los cráneos fósiles de Arrecifes. Se servían del arco y la flecha, cazaban venados a pie y los rendían por cansancio. Eran nómadas, su vivienda consistía en un simple paravientos, con cueros de venados pintados y adobados, después usaron los cueros de bovinos y equinos. Seguramente el toldo pampeano fue un perfeccionamiento ulterior. Su alimento era la carne; recolectaban productos silvestres de origen vegetal o animal y, como todos los pueblos patagónicos, se vestían con una pampanilla y un pellón, el quillango que les servía de capa. Trabajaban la piedra y poseían grandes morteros líticos, utilizaban las boleadoras de dos bolas y también las de una. En el área que ocupaban los querandíes se ha encontrado una cerámica con decoración simple, grabada y geométrica, que posiblemente era propia de ellos.
    Al adoptar el caballo abandonaron la que había sido, en un principio, su actividad de alfareros, aumentó el nomadismo y entonces practicaron, con intensidad el arte de la cestería. Conservaban la tradición de un dios llamado Soychu, con el cual se reunían al morir. Creían en un espíritu del mal - Gualichu, creencia común a otros pueblos australes. Sus hechiceros practicaban los ritos; al hechicero se le llamaba macchi. Como en otros pueblos meridionales.
Los puelches
    El grupo que habitó la zona comprendida entre el sur de la provincia de La Pampa, el extremo sur de la provincia de Buenos Aires y Río Negro fue llamado por los araucanos, puelches, que significa «pueblos del este». Se habla así, de puelche-guénaken, para designar al grupo de pobladores primitivos. El padre Faulkner conoció a estos indios mientras se hallaba en las misiones del sur de Buenos Aires, entre 1740 y 1750, y en 1830 Alcide D’Orbigny los encontró en Carmen de Patagones. Faulkner los subdividió en dos grupos. A uno lo llamó chechehet, hibridismo por het una voz pampa que significa «gente» y se extendía desde lo que es hoy Bahía Blanca, hasta la desembocadura del río Negro. Al otro grupo lo llamó levuche, voz mapuche que significa «gente de río». Había otros grupos nómadas que llegaban hasta las sierras de Tandil y de la Ventana, por lo cual se les llamó serranos. Los chechehet tenían como vecinos a los querandíes, en el norte, y en el sur a los guénaken. Desde el punto de vista racial y linguístico, los chechehet estaban más cerca de los guénaken que de los pampas primitivos. En la expedición exploradora que realizó Juan de Garay en 1582, después de la fundación de Buenos Aires, se encontró con estos indios cerca de Mar del Plata. Su piel presentaba un color moreno-oliva; eran corpulentos, anchos de espalda, con miembros vigorosos, rostro ancho y serio, boca saliente y labios gruesos. Tenían los ojos pequeños, horizontales, pelos largos y lacios, pómulos salientes, cráneos dolicocéfalos, rasgos todos del tipo racial patagánico. Su alimento principal se lo proporcionaban los guanacos y ñandúes; a los que a partir del siglo XVIII se sumaron los caballos.

Vida social
    Las armas de los puelches eran el arco y la flecha, las bolas y el lazo. Llevaban las flechas en el carcaj. Eran muy diestros con la honda y cuando comenzaron a utilizar el caballo emplearon también la lanza larga. Su indumentaria consistía en un manto más o menos cuadrangular, compuesto de varias pieles cosidas con tendones, el quillango. Usaron primero las pieles de guanaco; luego las de felinos, zorros, etcétera, y después las de equinos. En la parte opuesta al pelo, los mantos ostentaban pinturas geométricas. Debajo del manto los hombres llevaban un cubresexo y las mujeres un pequeño delantal de piel. Ambos se pintaban el cuerpo con varios colores y se sujetaban el pelo con una vincha. Carecían de vivienda fija.

PUEBLOS  DE LOS MONTES 
    En el territorio que ocupa la parte oriental y meridional del Chaco, en Formosa, norte de Santa Fe, nordeste de Santiago del Estero, y parte oriental de Salta, habitaron pueblos de origen patagónico. A estos grupos pertenecieron los abipones, los mbayaes, los payaguaes, los mocovies, los tobas y los pilagaes. Los mbayaes y payaguaes desaparecieron hace tiempo; los últimos eran canoeros y habitaban más al norte del actual territorio argentino. Los abipones, que dieron tanto quehacer a los colonizadores españoles, también se extinguieron, en sus antiguos dominios sólo se encuentran unos pocos mocovíes y un número algo mayor de tobas y pilagaes.

Abipones 
    Los abipones habrían tenido su hábitat en las riberas norteñas del Bermejo inferior; a comienzos del siglo XVIII, adoptaron el uso del caballo y se dedicaron a vivir de la depredación, atacando las estancias y ciudades de los españoles. En ese período los conoció Martín Dobrizhoffer, jesuita austríaco (1718-1791), que vivió entre ellos en 1750-1762 y en su obra De Abiponibus, publicada en 1784 en tres volúmenes, ofreció abundante información. Los abipones se subdividían en tres ramas: gente del campo, gente del bosque y gente del agua; es probable que estos últimos fuesen restos de los mepenes. Los abipones fueron así descritos por Dobrizhoffer: “Están fisicamente bien formados y tienen rostros agraciados, muy parecidos en esto a los europeos ( ... ). Son altos de talla, de suerte que podrían alistarse entre los mosqueteros austríacos. Tienen los ojos más bien pequeños y negros, pelo liso, la nariz en general aguileña”. Dobrizhoffer no encontró entre ellos deformaciones, jorobas, piernas torcidas o vientres enormes, labios peludos o pies deformes; tenían además una dentadura blanca que conservaban hasta su muerte.

Mocovies 
    Aliados de los abipones en sus depredaciones y pillajes fueron los mocovíes, que originariamente vivían en las fronteras del antiguo Tucumán y, cuando adoptaron el caballo para su mayor movilidad, contribuyeron activamente a la destrucción de Concepción del Bermejo, y participaron en otros ataques a las ciudades de Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba. Alejados de esos centros de población por la expedición de Esteban de Urízar y Arespacochaga, en 1770, se dedicaron entonces a hostilizar a Santa Fe y las estancias de su jurisdicción. Con los mocovíes convivió a mediados del siglo XVIII, el jesuita alemán Florián Paucke o Baucke (1719-1780), cuyo relato, traducido con el título de Hacía allá y hacia acá, refiere sus experiencias enriquecidas con apuntes plásticos sobre la vida y las costumbres de ese núcleo aborigen.

Tobas 
    Los tobas ocupaban originariamente el territorio de Formosa; después se replegaron a la parte oriental, pero extendiéndose simultáneamente hacia el norte y hacia el sur. Adoptaron el uso del caballo en el siglo XVII y fueron en lo sucesivo nómadas montados, siempre dispuestos a atacar las poblaciones españolas y saquear sus establecimientos ganaderos. Pero como su número era escaso y su importancia relativa, los daños ocasionados no fueron de tanta magnitud como los de otros grupos guaycurúes que operaban en zonas más pobladas. Actualmente los tobas viven en el Chaco paraguayo y se les llama pequeños tobas, los del Chaco argentino son los grandes tobas, denominaciones guaraníticas. Subdivisiones de los tobas habrían sido los cocolotes y los aguilotes, grupos ya desaparecidos, a los que se refieren algunos documentos.
PUEBLOS DEL LITORAL 
    Habitaron lo que puede llamarse «zona de expansión guaraní», aunque no todos pertenecían a esta etnia ni usaban su lenguaje.
    Las poblaciones del litoral primitivas fueron canoeros de origen mesolítico, procedentes de la Patagonia. Su migración tuvo lugar hacia el último milenio antes de Cristo. De esta etapa mesolítica hay rastros en el sector sur del Litoral, en los conchales del Delta, compuestos por valvas de moluscos bivalvos y restos antropológicos de bóveda craneana baja, leznas, puntas de arpón, etcétera. Por el río Paraná penetraban también lobos marinos, marsopas y delfines, que constituían un alimento bienvenido para esos grupos. A la primera migración patagónica se agregaron otras de cultura superior, que trajeron la cerámica. Los arawak o arahuacos corresponden a la cultura neolítica y es posible que recibieran influencias andinas; en el Litoral también se establecieron grupos guaranfes, en el Delta y en la desembocadura del Carcarañá, y desde allí irradiaron su influencia poco tiempo antes de la llegada de los españoles.

Las reducciones. En la segunda fundación de Buenos Aires, Juan de Garay dio en encomienda indios mbeguaes a vecinos de Buenos Ares. Se mencionan así veinte encomiendas de ese origen, que se agregaron a la población mestiza y acabaron por extinguirse. La parte de los mbeguaes que permaneció en las tierras anegadizas de Entre Ríos, subsistió, con el nombre de machados, hasta el siglo XVIII. La parcialidad del cacique Quendiopen, a quien los guaraníes apodaron Tubichamini, se mantuvo por algún tiempo en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, en una reducción que llevó su apodo como nombre. Otra reducción de indios mbeguaes, sobre el río Arrecifes, al norte de Buenos Aires, desapareció muy pronto.
    En la repartición hecha por Garay en 1582 figuran también indios chanaes con doce caciques, y sus respectivos grupos; en 1673
todavía existían siete encomiendas de ese origen. Con los chanaes se formaron en 1616 las reducciones de Santiago de Baradero, pero en 1776 ya no existían. En 1624 se creó la de Santo Domingo Soriano, en la Banda Oriental con indios llevados de Baradero, a la cual se le agregaron grupos charrúas cuando fue trasladada.
    De principios del siglo XVIII es la reducción de San Bartolomé de los Chanaes, en la desembocadura del Carcarañá; en 1621 contaba con 321 individuos, pero a mediados del siglo XVIII había desaparecido. Hernandarias fundó, en 1616, San Miguel de Calchines, pueblo que subsiste en el noroeste de la actual Santa Fe. En esa misma época se fundó San Lorenzo de los Mocoretas, pero en 1631 habían muerto o desaparecido todos sus componentes. Los mepenes se fusionaron con los guaycurúes y es posible que constituyeran una de sus fracciones.
Los Guaranies 
    Los guaraníes, rama meridional de la familia tupí-guaraní, se extendían desde el Amazonas hasta el Río de la Plata. En el momento de la conquista habitaban parte de las islas del Paraná, el norte de Corrientes, el litoral de Misiones y parte de Salta. La región que dominaban no era muy extensa; sin embargo, tuvieron mucha importancia porque, al ser utilizados por los colonizadores y misioneros como guías e intérpretes ante los demás indios, difundieron sus costumbres entre los indígenas, como así también entre los españoles. La lengua guaraní es hablada, en la actualidad, en la Mesopotamia argentina y, sobre todo, en el Paraguay, por amplios sectores de población.

Un pueblo laborioso. Su característica nacional era el uso del tembetá, guijarro que ponían a los niños en el labio inferior al llegar a la pubertad.
    Sus aldeas, levantadas a orillas de los ríos, estaban protegidas con empalizadas de troncos de palmera. Eran muy laboriosos: cazaban, pescaban, recolectaban y criaban animales domésticos; durante la noche, o en las horas más calurosas, descansaban tranquilos en sus hamacas, que colgaban de dos estacas salientes de sus viviendas.
    El cultivo del suelo que habitaban no resultaba sencillo. Para poder sembrar tenían que cortar árboles y malezas; esto lo hacían quemando unos y otras, en época de sequía, y con la ceniza abonaban la tierra. Cultivaban mandioca, batata y maíz. Eran sedentarios, construían casas comunales, donde vivían familias emparentadas; hilaban el algodón y dominaban la alfarería. La labor de las mujeres consistía en sembrar zapallos, o maíz y, cuando era tiempo, también ellas levantaban la cosecha. La yerba mate, a la cual eran muy afectos, no había necesidad de sembrarla, pues crecía en abundancia en los bosques.
    Como en casi todos los pueblos indígenas, las mujeres también trabajaban el barro con cierta habilidad, como lo prueban las piezas de cerámica guaraní que han llegado hasta nosotros. Un taparrabo de plumas, la tanga, era la única prenda que usaban las mujeres guaraníes; más tarde la reemplazaron por una camisa de algodón: el tipoy. Los hombres andaban desnudos y se adornaban con plumas los brazos, los tobillos y la cabeza; todos se pintaban la cara. Solamente los jefes tenían varias mujeres ya que, como en los otros grupos, era necesario poder mantenerlas. El tubichá era el cacique que gobernaba las parcialidades; su cargo era hereditario y muy respetado. Creían en un dios, Tubá, que maduraba los frutos y provocaba la lluvia, pero no le rendían culto. Practicaban la antropofagia, esto es la costumbre de comer seres humanos, no como alimento, sino con un sentido ritual, y sólo la llevaban a cabo con sus enemigos más valientes. 

INDIOS DE LA ZONA ANDINA 
Los pehuenches y los puelches de Cuyo

    En la zona de Neuquén y el sur mendocino vivían aborígenes que se diferenciaban de los araucanos que invadieron la región a mediados del siglo XVII. Eran los pehuenches antiguos y los puelches algarroberos y puelches de Cuyo. Pehuenche es una voz araucana que significa «gente de los pinares».     Estos montañeses pehuenches eran cazadores de guanacos y recolectores de semillas y frutas silvestres, de algarroba, molle, piñones de araucaria. Con éstos hacían una especie de pan y una bebida parecida a la chicha; los piñones reunidos en una época del año se conservaban en silos subterráneos para el consumo en todo tiempo. Cuando llegó el caballo, se aficionaron a su carne. Para los puelches, el alimento principal era la algarroba; por eso se les llamó algarroberos. La fruta del molle era recolectada y consumida tanto por pehuenches, como por puelches.
    Las pinturas rupestres en la Patagonia han sido frecuentemente estudiadas. Menghin se refirió a culturas protopehuelches del 2000 al 3000 a.C., y a otras de hasta once mil años de antigüedad. Por su parte, Asbojorn Pedersen estudió en varias ocasiones las pinturas rupestres de la región del Parque Nacional Nahuel Huapi y sus posibles proyecciones prehistóricas; halló llamas montadas y con carga, indicio de vinculación con el Altiplano. Pero lo más notable y sugestivo fue el hallazgo de jinetes a caballo; éste habría podido ser el caballo americano fósil (Equus rectidens), conclusión a que se refirió también Birci en 1938. En excavaciones patagónicas se hallaron huesos del caballo americano fósil y objetos de piedra correspondientes a la industria humana primitiva. Las armas de los pehuenches eran el arco y la flecha, las boleadoras de dos bolas y, al comenzar la araucanización, usaron también la lanza de varios metros de largo; las flechas llevaban una punta triangular, sin pedúnculo. Trabajaban el cuero para confeccionar prendas de vestir y cubiertas para los toldos y recipientes; usaban unos odres de piel de guanaco para el transporte de agua. Los que vivían cerca de los lagos habrían fabricado balsas, probablemente de juncos o de totora. Los trabajos de plumas eran una de las ocupaciones principales de los hombres, pero en lo que más se distinguieron los pehuenches fue en el arte de la cestería, que aprendieron de los huarpes, sus vecinos.
Diaguitas y calchaquíes 
    La geografía del noroeste influyó para diferenciar a los pueblos indígenas que allí habitaban del resto de los grupos que habitaban el territorio argentino. las cadenas montañosas, con altos picos y valles que dificultaban las comunicaciones, contribuyeron a la formación de culturas muy distintas de la de las llanuras. Entre las numerosas tribus de la zona sobresalían los diaguitas y los calchaquíes, que habitaban en los valles de Salta, Catamarca y La Rioja. Conocían las técnicas agrícolas y cultivaban el maíz en terrazas o andenes de la montaña. Se proveían de lana de llama, guanaco y vicuña, realizando tejidos de variados dibujos. Fabricaban vasijas, jarros y platos, pues eran excelentes ceramistas y decoraban hábilmente estos objetos. Trabajaban el oro, la plata y el cobre. Los incas extendieron sus dominios por estas regiones a mediados del siglo XV, es decir, cien años antes de la llegada de los españoles. Dominaron a los diaguitas y los valles calchaquies e incorporaron la región al Tahuantinsuyo.
    Esta influencia incaica se extendió hasta la zona de Cuyo, donde los huarpes adoptaron las técnicas agrícolas y los sistemas de riego incaicos.
    Los diaguitas y los calchaquíes o cacanas, que habitaron el noroeste argentino, fueron, sin duda, los de cultura más elevada en el país. Defendieron tenazmente su identidad frente a los conquistadores españoles, quienes sólo pudieron someterlos mediante la guerra o el traslado en masa de sus poblaciones. Esta capacidad para enfrentarse al español, así como las numerosas fortificaciones halladas en la región, los revelan como pueblos muy bien preparados para la guerra. Siempre combatieron a pie, ya que los diaguitas, como los restantes grupos andinos, no incorporaron el caballo; la llama fue su permanente medio de transporte. El maíz era su alimento preferido, aunque también cultivaban zapallos, porotos y quinua.     Sembrar en una región de suelo montañoso, a menudo árido y casi sin lluvias, no es tarea fácil, y en verdad no lo fue para los indígenas andinos. Sin embargo, lo consiguieron con su tenacidad e ingenio: es justamente su habilidad para desarrollarse como agricultores uno de los elementos que nos permite comprobar el grado de adelanto que habían alcanzado. No tenían tierra llana; hicieron entonces andenes en las laderas de las montañas, y, como casi no llovía, construyeron canales y acequias para el riego, tan eficaces que aún hoy se utilizan. Los calchaquíes, como todos los indios de América, no conocieron el arado; por ello sembraban haciendo pequeños hoyos. Casas cuadradas, de piedra, sin puerta y con techos de paja o sin él, fueron las viviendas típicas de los pueblos andinos.
Los omaguacas
    También los omaguacas disputaron sin cuartel el dominio de su tierra a los españoles. Éstos, sin embargo, se esforzaron mucho en conseguirla porque la zona de mayor concentración de estos indios, la Quebrada de Humahuaca, constituía el camino obligado hacia el rico imperio incaico, ya bajo el poder de España. Como sus vecinos, los omaguacas hicieron de las laderas de los cerros sus campos de cultivo allí sembraban la papa y el maíz, y los regaban también por medio de canales.
    La carne de guanaco y avestruz completaba su comida. Eran sedentarios, conocedores de la cerámica, de rudimentos de la metalurgia y de las artesanías del tejido y la cestería.
    Esta zona del noroeste argentino fue conquistada entre los años 1460 y 1493 por el soberano Túpac Yupanqui. Este inca guerrero anexó a su imperio todo el altiplano boliviano y luego Chile, hasta el Bío-Bío. De paso para esa campaña sometió al noroeste casi sin esfuerzos ni contratiempos especiales, hasta el sur de Mendoza. La influencia que dejaron los incas en esas zonas está documentada en un auto que expidió el obispo de Santiago de Chile, fray Diego de Humanzoro, al visitar Mendoza, en 1666. En el mismo el obispo anatematiza a los indios cuyanos, los huarpes, por ciertas ceremonias y ritos que practicaban, y especialmente por la ejecución de “sus danzas y otros taquies prohibidos”. La palabra taquies significa, en lengua incaica, “cantos bailados” y los huarpes los asimilaron durante los años de dominio incaico, entre 1460 y 1520. De estos taquíes derivaron el takirare, el yaraví, el triste y la tonada cuyana. Los indios que practicaban esas danzas y cantos prohibidos por los frailes, eran azotados por los conquistadores, quienes les cortaban el cabello y los exponían en la picota.

  
¿CUÁNTOS SON NUESTROS "ABORÌGENES"?.
Pobres entre los pobres, marginados entre los marginados, el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), calcula que suman alrededor de 858.500, en tanto el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen indica que habría más de 500.000, aunque se debe aclarar que esta cifra corresponde a un censo de 1965, y dado a conocer en 1968.
Este no es un dato menor: El hecho de que el último relevamiento en el nivel nacional se realizó hace treinta
y cinco años habla del próximo, cuando finalice el censo poblacional, para determinar, fehacientemente, a cuánto asciende la Comunidad Indígena en el país.
Hoy quedan 18 pueblos reconocidos:

1*.- Los Mapuches: en Neuquèn,Rìo Negro,Chubut y en algunos lugares de la Provincia de Buenos Aires.
2*.- Los Collas: en Jujuy.
3*.- Los descendientes de Onas: en Tierra del Fuego.
4*.- Los Tehuelches: en el sur de Chubut.
5*.- Los Huarpes: en el norte de Mendoza y sur de San Juan.
6*.- Los Diaguitas-Calchaquìes: en el sur de Salta, noroeste de Catamarca y en Tucumàn.
7*.- Los Chiriguanos: en el sur de Salta.
8*.- Los Ava -Guaranìes: en el norte de Salta.
9*.- Los Wichìs: en el norte de Salta, Formosa y Chaco.
10*.- Los Chorotes: en el norte de Salta.
11*.- Los Chanè: en el norte de Salta.
12*.- Los Tapietìs: en el nordeste de Salta.
13*.- Los Chulupies: en el norte de Salta.
14*.- Los Pilagàs: en Formosa.
15*.- Los Mocovìes: en el norte de Santa Fè, Chaco y norte de Salta y Provincia de Buenos Aires.
16*.- Los Tobas: en el norter de Santa Fè, Chaco y norte de Salta y Provincia de Buenos Aires.
17*.- Los Mbyà-Guaranìes: en Misiones.
18*.- Los Ranqueles: en La Pampa y sudeste de Buenos Aires.

"LO  QUE  NO  SE  CONOCE  NO  SE  AMA;  LO  QUE  NO SE  AMA  NO  SE  PROTEGE;  Y  LO QUE  NO SE  PROTEGE,  NO  SE: "RESCATA".

¿Sabemos a cuánto asciende la población aborigen del país y cuántas comunidades lo habitan?

¿Conocemos sus orígenes?

¿Valoramos su aporte cultural?

¿Aceptamos su actuación en nuestro desarrollo histórico?

¿Tenemos una idea real sobre su actual situación, más allá de la certeza de que son "discriminados?

¿Los ayudó la modificación de la Constitución Nacional, en 1994?

¿Reconocemos  sus luchas y sus demandas?



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